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La economía ya superó el nivel de actividad pre pandemia, pero aún tiene desafíos por delante. Los agronegocios seguirán avanzando, en especial luego del impulso de precios, reafirmado por la guerra. El agro hace crecer a muchos otros sectores de la economía.El PBI de la economía uruguaya avanzó 2% en el último trimestre de 2021 (5,9% interanual), alcanzando un nivel que supera los registrados previos a la pandemia (gráfica). Con el dato se cierra el promedio anual del año pasado, que marcó un crecimiento de 4,4%.

Nicolás Lussich

El 2021 no fue un año fácil: se registró la peor ola de coronavirus en el otoño y la movilidad debió restringirse nuevamente, luego de algunos pasos de apertura previos, en 2020. Fue un año con muchos altibajos, pero -en general- la actividad fue de menos a más, y finalmente el crecimiento se extendió a todos los sectores.

Por esto, con seguridad la economía seguirá creciendo en 2022, aunque no faltan incertidumbres: la guerra, la inflación y la suerte de las economías de la región, incidirán mucho en el desempeño económico este año.

El sector agropecuario también creció en el cierre del año y en el promedio anual 2021 el avance fue de 5% respecto a 2020. Aumentaron la faena de ganado (31%) y las cosechas de cultivos de invierno (9%), así como las siembras de verano (en torno a 15%). Como lo hemos comentado, el impacto de la actividad agropecuaria no se remite exclusivamente a lo que sucede porteras adentro de los establecimientos, sino que dinamiza hacia atrás y hacia adelante las cadenas productivas, en la provisión de servicios e insumos, transporte, agroindustrias y exportaciones.

Por eso, es importante leer bien las Cuentas Nacionales al evaluar el desempeño del agro. En 2021 la ponderación del sector primario bajó levemente en el total (de 7,6 a 7,1%) pero esto cuantifica exclusivamente la producción “en portera” descontados los costos, que son altos y crecen. En efecto, los márgenes en el sector agropecuario suelen ser relativamente bajos, pero su importancia en la economía es bastante mayor de lo que el PBI del sector estrictamente muestra.

De hecho, cuando se observa la evolución de los últimos años (gráfica) la caída en el PBI del agro que se dio en 2017 anticipó parte de los problemas posteriores que tuvo la economía, cuyo PBI total apenas se sostuvo. De la misma forma, la mejora del agro en 2021 tuvo y tendrá repercusión directa en otros sectores, dando fundamentos a un nuevo crecimiento del PBI en este 2022.

Precisamente -y a modo de ejemplo- el rol del agro en el crecimiento industrial ha sido clave, en especial a través de la industria frigorífica, cuya producción (en volumen físico) avanzó 34% en 2021 (gráfica). También crecieron la industria avícola (17%) y la aceitera (38%), aunque hubo caídas en la actividad de la industria molinera y maltera (de entre 5 y 15%). Es esperable que estas últimas avancen este año. El sector industrial en su totalidad responde por casi 11% del PBI, y en él las agroindustrias (plantas de celulosa, frigoríficos, molinería) son las más relevantes.

En el campo

Las proyecciones para este año son auspiciosas. Las cosechas de maíz vienen muy bien y la de soja promete ser muy buena, con valores máximos de producción en muchos años. Los precios venían subiendo ya desde antes de la invasión de Rusia a Ucrania y dieron otro salto con el conflicto, aunque también subieron los precios de la energía y los fertilizantes. Así, los márgenes son buenos pero no mucho mejores que los años previos. Por lo tanto, el clima y la productividad serán determinantes para el resultado agrícola de las próximas cosechas.

Los planes de las empresas originadoras apuntan a avanzar en las áreas de cultivo de invierno, aunque son avances paulatinos, sin el vértigo que hubo en la expansión de los años 2003 a 2011. Hoy la agricultura encuentra una ganadería más pujante y valorizada, que no cederá áreas mixtas tan fácilmente. Según datos recientemente divulgados por la consultora Apeo, en dichas áreas (que se encuentran en departamentos como Flores, Durazno, Florida y otros) y tomando en cuenta los precios actuales, la ganadería en base a praderas reporta mejores márgenes que la soja (cuyo rendimiento es inferior a la zona netamente agrícola) y tiene mayor estabilidad.

Además, la ganadería ha demostrado un buen funcionamiento de mercado y formación de precios. Atrás en el tiempo quedaron las críticas, entre otros del recordado Alberto Gramont -agricultor de referencia en el litoral- que llegó a cerrar su feedlot (de los que fue pionero) porque veía poca transparencia en el vínculo con los frigoríficos. Valoraba las ventajas del negocio sojero, con precios abiertos y transacciones permanentes en el mercado global, que permitían y permiten hacer negocios a futuro, fijando precio y reduciendo incertidumbre.

Seguramente esa característica de la agricultura sojera -que facilitó mucho su expansión- también “obligó” a la ganadería a un funcionamiento más aceitado. El mantenimiento de la posibilidad de exportar en pie y una buena competencia entre plantas frigoríficas (que no resultó fácil para las más chicas), colaboraron para que hoy el negocio ganadero tenga tanto atractivo comercial como la agricultura. El rol del INAC con su información, lo mismo que el aporte de la ACG, también son muy relevantes en la transparencia y sana formación de precios, de manera que el productor ganadero ha mejorado su confianza en el funcionamiento de la cadena cárnica, tanto en las buenas (como en los últimos meses) como en las malas, cuando el mercado retrocede (como puede suceder con China en estas semanas). Esto afirma las proyecciones positivas de largo plazo, con una demanda firme, y precios destacados, más allá de lógicas variaciones.

A su vez, la agricultura -si bien aspira a avanzar en el área- también ha crecido mucho “hacia adentro”. Las rotaciones son cada vez más productivas y la combinación de manejo, transgénicos y nuevas variedades y cultivos, se han combinado para mejorar la productividad de los sistemas agrícolas puros.

En particular, se ha retomado el deseable equilibrio entre los cultivos de invierno y verano. Los rendimientos de trigo y cebada han subido varios escalones en productividad y la introducción de la colza como alternativa de invierno permite diversificar cultivos, habilitando un mejor manejo de malezas y plagas, y -tal vez lo más importante- permitiendo siembras de segunda más tempranas, sobre rastrojos más fáciles. Así, las segundas tienen poco que envidiarle a las primeras, en especial en años de sequía en enero (como éste), en que muchas segundas rinden más, tanto en maíz como en soja.

Nada de esto sería posible sin transgénicos que permitan una gestión efectiva de las malezas y -sobre todo- de las plagas. Sin transgénicos la siembra de maíz de segunda sería casi imposible y la soja tendría una dinámica muy diferente, mucho más trabajosa. En cualquier caso, no hay una tecnología única que sea la llave del paraíso: el glifosato y los cultivos transgénicos resistentes a dicho herbicida son claves, pero el uso continuo indiscriminado genera -está visto- la expansión de malezas resistentes. Nada sustituye a un buen sistema, sostenible en el largo plazo y con buena agronomía. Y hay herramientas que permitirán continuar los avances, caso de las inversiones en riego o la incorporación de encalado, por mencionar algunas de alto impacto.

Lo mismo vale para la ganadería, donde los sistemas han aumentado la productividad con nuevas variedades forrajeras, fertilización y manejo. Los sistemas rotativos, por ejemplo, exigen un manejo más cuidado y estratégico, pero a la larga fortalecen los campos, las pasturas tienen más raíz y follaje y -entre otras cosas- retienen mejor el agua, mejorando la calidad de los pastos y -por tanto de la alimentación del ganado.

Obvio es decir que la ganadería cuenta con los granos forrajeros que provee la agricultura para producir más, tanto en la cría y recría como en la terminación, con ración a campo o en feedlot. Más que nunca Uruguay es un país agrícola-ganadero y tiene mucho para crecer.

Diario EL PAIS -Montevideo - URUGUAY - 27  Marzo 2022