Yo y nido La guardiana del bosque

Con cámaras trampa y mucha paciencia, Alexandra Cravino estudia cómo conviven los mamíferos nativos con las plantaciones forestales en Uruguay. Esta bióloga de 34 años ha dedicado más de una década a entender el comportamiento de zorros, mulitas y otros animales en un paisaje moldeado por la producción maderera.

Por María José Fermi

Sin saberlo, una operación de columna a los 14 años cambió el rumbo profesional de Alexandra Cravino. La intervención quirúrgica la dejó sensible a ver sangre, alejándola de su sueño inicial de ser veterinaria. Sin embargo, su amor por los animales encontró otro cauce cuando sus profesores de secundaria le hablaron de la carrera de biología. “Me dijeron ‘¿sabés que si te gustan los bichos hay otra alternativa?’”, recuerda la joven, hoy convertida en bióloga. Así descubrió que podía trabajar con animales sin necesidad de portar un bisturí en la mano.

Esa decisión la llevó por un camino que ni ella misma imaginaba. Hoy, desde su puesto en el Grupo de Biodiversidad y Ecología de la Conservación de la Facultad de Ciencias de la UdelaR, Cravino desarrolla investigaciones pioneras sobre el comportamiento de los mamíferos en las plantaciones forestales uruguayas. Su trabajo está ayudando a entender ‒y mejorar‒ la relación entre la producción maderera y la fauna nativa.

“Siempre quise que mi formación y mis estudios sirvieran para los animales de acá”, explica quien eligió quedarse en Uruguay en lugar de estudiar en el exterior. Esta vocación local la llevó primero a trabajar en áreas protegidas, donde estudió animales del orden Carnivora como indicadores ambientales para su tesina de grado.

Sin embargo, un giro inesperado en su investigación ‒la construcción de un camino en el área protegida que estaba investigando‒ la hizo replantearse la dirección que seguía. “Si esto pasa en áreas protegidas, que ocupan menos del 1% de Uruguay, ¿por qué no estamos mirando lo que pasa en la producción, que ocupa la mayor parte del territorio del país?”, pensó.

ROMPER MOLDES

Esa reflexión la llevó a mirar el mundo de la forestación. Ya desde 2012, cuando aún no había terminado su tesis de grado, Cravino había comenzado a colaborar en el monitoreo de predios forestales junto a su tutor ‒y ahora jefe‒, Alejandro Brazeiro. Lo que empezó como relevamientos rápidos para identificar áreas de alto valor de conservación se convirtió en su tema de investigación principal. “Nadie estaba mirando qué pasaba en los rodales”, dice sobre las plantaciones de eucaliptos y pinos en el territorio uruguayo.

A diferencia de las consultorías ambientales tradicionales, que suelen enfocarse solo en los remanentes de monte nativo dentro de los predios forestales, Cravino decidió estudiar todo el sistema: los rodales productivos, los cortafuegos, las praderas y los bosques nativos.

Para comprender mejor el impacto de la forestación, diseñó un ambicioso estudio, con el apoyo de la empresa Montes del Plata, que abarcó ocho sitios diferentes en la región Centro Oeste de Uruguay, creando una gradiente que iba desde áreas con casi nada de forestación hasta zonas intensamente forestadas. Este diseño le permitió entender cómo la presencia de plantaciones convive con las diferentes especies en distintas escalas.

Pero eso no fue todo. Terminado ese estudio, Cravino redobló la apuesta. Antes, los espacios relevados tenían todos forestaciones adultas, pero ¿qué pasaba cuando los árboles eran de distintas edades? ¿Los animales se comportaban de la misma manera en un bosque joven con árboles pequeños que en uno adulto más frondoso y sombreado?

El predio, que incluye plantaciones de todas las edades, fue el espacio ideal para trabajar en esta crono-secuencia durante dos años. Allí se evaluaron espacios con bosques recién plantados, árboles de 2 a 4 años, de 4 a 6 años y de 6 a cosecha.

NUEVA LUZ

Sus investigaciones han revelado patrones fascinantes sobre cómo los animales se adaptan ‒o no‒ a estos nuevos paisajes. Al comparar rodales jóvenes con un bosque nativo, encontró similitudes estructurales que explicaban por qué algunas especies frecuentaban esas áreas en las primeras etapas de crecimiento. “Cuando los árboles son jóvenes, con ramas bajas y pasto debajo, estructuralmente se parecen a un bosque nativo”, señala. Pero esa dinámica cambiaba drásticamente cuando los rodales maduraban.

Más allá de la ecología estructural, Cravino también se adentró en aspectos conductuales de las especies. A través de un software estadístico, analizó cómo factores como la luz solar y las fases de la luna influían en los patrones de actividad de los mamíferos. “Eso es una de las cosas más interesantes para mí: tratar de entender cómo los animales ven el mundo”, comenta.

La luna, por ejemplo, juega un papel crucial en sus decisiones. Los estudios revelaron que varias especies prefieren refugiarse en los bosques nativos durante las noches de luna llena, mientras que aprovechan la oscuridad de la luna nueva para aventurarse en espacios más abiertos. Este descubrimiento llevó a una recomendación práctica: evitar la cosecha forestal cerca de los bosques nativos durante las noches de luna llena. “No es porque te va a comer un hombre lobo, sino porque estás alterando más de lo necesario”.

Sus investigaciones también han arrojado luz sobre la importancia de la conectividad en el paisaje forestal. Los cortafuegos pueden funcionar como corredores naturales para conectar ecosistemas si se diseñan con ese criterio en mente. “Son estructuras lineales y a todos los animales les gusta caminar de forma lineal: es cómodo y fácil”, explica. Sin embargo, advierte que para que funcionen adecuada mente estos deben conducir a hábitats adecuados.

TENDER PUENTES

La relación entre la academia y la industria forestal ha sido crucial para el éxito de su trabajo. A través de un con venio de larga data entre la Facultad de Ciencias y Montes del Plata, Cravino ha podido desarrollar investigaciones independientes cuyos resultados están ayudando a mejorar las prácticas forestales. “Nos han dejado muestrear lo que quisimos, como quisimos, publicar y decir los datos. Esto no es una consultoría secreta”, destaca.

Aunque, efectivamente, sus trabajos arrancaron con Montes del Plata, otras empresas forestales como UPM y Lumin también se han sumado a nuevas iniciativas. Por ejemplo, actualmente Cravino se encuentra analizan do los datos de un estudio donde, gracias al financiamiento de Lumin, pudo ampliar sus investigaciones a ecorregiones donde se planta madera para aserrío. “Estuve yendo por un año y medio a evaluar qué pasaba en madera sólida. Todavía no terminé de analizar los datos, pero cambian mucho los resultados a lo que es celulosa”, explica.

Las empresas forestales han demostrado receptividad a sus hallazgos. “Han escuchado todas las recomendaciones, aunque no siempre son fáciles de ejecutar en el corto plazo”, reconoce Cravino. Cuando encontraron aspectos importantes sobre conectividad ecológica, por ejemplo, se organizaron talleres internos con los equipos de planificación de Montes del Plata. “Fue para contarles lo que hacemos y que ellos entendieran que hay un sentido atrás de esto”, explica la investigadora.

TRABAJO A FUTURO
La implementación de cambios toma tiempo, especialmente en una industria de ciclos largos como la forestal. Sin embargo, la apertura al diálogo y la disposición a incorporar nuevos criterios de conservación en la gestión forestal son señales positivas de un sector que busca mejorar su sostenibilidad ambiental.

Actualmente, Cravino divide su tiempo entre la investigación, la docencia y el trabajo de campo. Incluso está explorando nuevos territorios: realiza un posdoctorado sobre enfermedades infecciosas que saltan de especies exóticas a nativas y monitorea, en coordinación con Montes del Plata, poblaciones del amenazado ratón de hocico ferrugíneo, un pequeño roedor que vive en los árboles.

A pesar de los desafíos ‒las largas ausencias del hogar, los horarios no convencionales y hasta la incomprensión ocasional de quienes ven su trabajo de bióloga de campo como un hobby‒, Cravino mantiene intacta su pasión. “Lo que más me gusta es estar en contacto con los animales en su lugar, poder verlos y analizar qué hacen, interfiriendo lo menos posible. Y que eso sirva para establecer medidas reales de conservación para las especies”, reflexiona.

Su trabajo contribuye a un cambio en la forma de planificar la producción forestal. “Ojalá podamos pensar en paisajes conectados multifuncionales; es decir, que podamos hacer plantaciones más amigables desde el punto de vista de la conexión con los ecosistemas”, dice Cravino sobre el futuro.

La niña que no podía ver sangre se convirtió en una científica que tiende puentes entre la producción forestal y la conservación de la biodiversidad. En los bosques uruguayos, las cámaras de Alexandra Cravino siguen capturando ese delicado balance, una foto a la vez.

REVISTA FORESTAL- Montevideo - URUGUAY  - 18 Marzo 2025