Inversión, productividad y mercado laboral: puntos débiles de una economía que crece muy poco y compromete el futuro
En 2026 deberíamos comenzar a ver señales que apunten a una recomposición de las expectativas, que alienten un mayor niuvel de actividad.La inversión en Uruguay es baja como consecuencia de una rentabilidad empresarial insuficiente, “pero buscar condiciones para aumentarla no parece estar en la agenda”, asegura Pablo Rosselli, socio director de la consultora Exante.
Sobre ese aspecto y otros, como la productividad o cuestiones del mercado de trabajo, “hay una percepción errónea” que dificulta avanzar, sostiene el especialista. Para Rosselli, la economía este año crecerá en torno al 2% y 1,5% en 2026. El crecimiento económico está limitado por “la baja inversión, una crisis de productividad y un mercado laboral que demanda reformas”, apuntó. A continuación, un resumen de la entrevista.
—¿Cómo evalúa la pérdida de dinamismos de la economía en la segunda mitad del año?
—En términos generales, diría que la economía va a terminar cerrando con un crecimiento promedio anual en torno de 2 % del producto, que es la estimación que tenemos desde que comenzó el año. No nos resulta del todo sorprendente esta pérdida de dinamismo, aunque los últimos datos parecen mostrar un freno un poco mayor a lo que teníamos previsto. Pero veníamos de un par de años, 2023 y 2024, donde las tasas de crecimiento estaban influenciadas positivamente por factores que operaban por única vez. El rebote post sequía, la apertura de UPM, la reapertura de la refinería, un conjunto de datos que estaban mostrando un nivel de crecimiento en 2023-24 y principios de 2025, que probablemente no se iban a sostener. Y eso hay que ponerlo en el contexto de que la economía uruguaya viene desde hace varios años, desde que terminó el boom de las materias primas a fines de 2014, mostrando tasas de crecimiento tendencialmente bastante más bajas. Para 2026, estamos previendo un crecimiento de la economía en torno del 1,5%.
—¿Qué es lo que está limitando el crecimiento de la economía uruguaya?
—Hay algunos factores relevantes. El primero es un contexto internacional que no es favorable, aunque tenemos muy altos precios de la carne, los precios de los granos, por ejemplo, se encuentran en valores reducidos. Además, estamos con tasas de interés internacionales relativamente altas.
Pero por otro lado, tenemos problemas de competitividad estructural que probablemente explican por qué llevamos tantos años creciendo poco. Estamos asimismo con una política monetaria que viene de un periodo contractivo para poder bajar la inflación y probablemente ese es un factor, entre muchos, que actúa, generando un tipo de cambio más bajo. El dólar bajó en el mundo este año, pero también bajó en Uruguay. Por lo tanto, nuestra competitividad no se vio favorecida por esas tendencias.
También tenemos una situación fiscal relativamente delicada, digo relativamente porque los resultados fiscales definitivamente son malos y tenemos un déficit fiscal alto, pero al mismo tiempo los mercados internacionales y las agencias calificadoras nos están dando un respaldo significativo. De todos modos, las incertidumbres que pueden plantearse siempre en torno a cómo será la estrategia de ajuste fiscal, puede ser un elemento que retraiga decisiones de inversión también.
—Este lunes 15, cuando se publique la entrevista, conoceremos el PIB tercer trimestre. ¿Va a reflejar el impacto de esa desaceleración de la segunda mitad del año?
—Si no hay ninguna sorpresa, en principio esperamos que el crecimiento del tercer trimestre sea virtualmente nulo, en línea con lo que ha sugerido el indicador mensual de actividad.
—Retomando el frente fiscal, ¿qué comentarios le sugiere la estrategia del gobierno?
—Hay varios comentarios para hacer. El primero es que el gobierno optó por una estrategia de ajuste gradual. Eso tiene un riesgo de incumplimiento propio de lo que ha sido históricamente el ciclo electoral de las finanzas públicas. Solo una vez, desde que se reinstauró la democracia, en el periodo de Jorge Batlle y a instancias de una restricción financiera muy importante, las cuentas públicas mejoraron sobre la última parte de un periodo de gobierno. Así que, una estrategia de ajuste gradual, inexorablemente plantea la pregunta de si esta vez lograremos realmente mejorar las cuentas públicas en la mitad del periodo de gobierno.
Uno podría decir que la estrategia gradualista adoptada por el Poder Ejecutivo tiene un punto de soporte en el acceso a los mercados de capitales que tiene Uruguay, con el riesgo país más bajo de su historia y la visión favorable de las agencias calificadoras de riesgo.
Por otra parte, el gobierno tomó la decisión de procurar el ajuste de las cuentas públicas, vía mayores ingresos y para eso logró la aprobación en el Parlamento de ciertas modificaciones tributarias, apelando también a un aumento de la eficiencia en la recaudación. En los últimos años, la recaudación está subiendo más que el PIB. Por lo tanto, es razonable pensar que esa tendencia de mejora en la eficiencia pueda continuar en este periodo de gobierno.
—La clave es el crecimiento económico, y las estimaciones del Ministerio de Economía parecen haber quedado largas…
—En mi opinión, las proyecciones del Ministerio de Economía están recostadas en el lado optimista del rango de pronósticos, pero las proyecciones que surgen del comité de expertos, por ejemplo, sitúan al crecimiento tendencial del Uruguay en 2,2 % anual. Probablemente, el crecimiento de la economía en los próximos años va a estar un poco por debajo de los valores que asumió el Poder Ejecutivo, pero justo es decir que podríamos estar nosotros apoyados en el lado más pesimista de ese rango de proyección.
Las proyecciones contempladas en el presupuesto nos resultan un poco optimistas, pero no nos parecen imposibles de sostener desde un punto de vista técnico. Pero seguramente vamos a tener un desvío en este año.
—Por el lado del gasto, el presupuesto tiene un incremento respecto al quinquenio anterior…
—Uruguay ha demostrado históricamente una muy baja capacidad de operar sobre el gasto público. Entonces, si efectivamente los resultados de la estrategia de ajuste por el lado de los ingresos terminan siendo menores a los previstos, la pregunta que surge es, ¿qué es lo que va a poder hacer el equipo económico para revertir los desvíos que eventualmente se hayan generado?
—¿Qué podrá hacer, entonces, ante esas circunstancias?
—Cabe reconocer que el gobierno no ganó con un mandato de operar sobre el gasto público y además, históricamente, la sociedad uruguaya y el sistema político que bien la representa no logra establecer prioridades de recorte del gasto público. Sin ir muy lejos el gobierno anterior asumió con la idea de bajar el gasto público y terminó incrementándolo, con un desvío entre el objetivo fijado y los resultados, significativamente alto.
Si tenemos desvíos, la cuestión es cuáles van a ser los acuerdos para operar sobre el gasto.
—Por otro lado, las expectativas no parecen muy auspiciosas pensando en la inversión…
—Exacto. En Exante, hacemos la encuesta de expectativas empresariales. Cada seis meses estamos constatando cierto deterioro, moderado. La confianza empresarial está hoy en niveles superiores a los cinco años del post—boom de commodities durante el segundo gobierno de Vázquez, pero están en niveles por debajo de los que observamos en los últimos años. También hay que advertir que las mejores expectativas empresariales que observamos entre 2020 y 2024 no se tradujeron en mayores niveles de inversión, ni en niveles de crecimiento significativamente mayores a los de los cinco años previos.
En ese contexto, nos parece imprescindible que, pasado este año de instalación del gobierno y de discusión del presupuesto, 2026 tendría que ser el año donde empiecen a aparecer cosas que alienten una recomposición de expectativas y que nos saquen de este crecimiento tan débil que estamos observando.
—El ministro Oddone ha puesto el foco insistentemente en la necesidad de más inversión como aspecto indispensable para crecer…
—Para que Uruguay logre tasas de crecimiento mayores, inexorablemente tenemos que pensar en más inversión y en más productividad. Esas son las dos palancas de crecimiento más importantes, por lejos, que vamos a tener en Uruguay en las próximas décadas.
Por otro lado, dentro de unos 10 años comenzará a bajar la población en edad de trabajar y probablemente comenzaremos a ver una reducción de las horas totales disponibles en el mercado de trabajo; es indispensable operar sobre el mercado de trabajo, que configura el tercer pilar clave.
—¿Por qué tenemos baja inversión?
—Porque la rentabilidad de las empresas es baja. En Exante miramos los estados financieros de unas 2.500 empresas grandes y medianas de Uruguay, y lo que constatamos es que los niveles de rentabilidad de las empresas son relativamente bajos. No son desastrosos, la economía no está en crisis, pero son relativamente bajos.
Entonces, creo que un punto central en la agenda del gobierno debiera ser, aumentar la rentabilidad empresarial. Pero eso no está en la agenda. Lo que hay en agenda es la noción de que existen espacios de rentabilidad empresarial para lograr mayores niveles de ingresos tributarios o mejoras salariales o lo que fuera. El diagnóstico no es correcto.
También tenemos que aumentar la productividad y creo que ahí hay una enorme distorsión de las percepciones. La conversación pública nos habla de una revolución que aumenta la productividad: robotización, automatización, inteligencia artificial. Pero, ¿cuánto de eso que vemos se convierte en más producción de bienes y servicios? Esa conversión es bastante más lenta en el mundo que lo que el relato colectivo hace.
Y en Uruguay, nuestros cálculos nos dicen que la productividad en los últimos 10 años creció 0 % anual. La cantidad de producción de bienes y servicios que hemos logrado en los últimos 10 años, lo que ha crecido solo lo ha hecho porque le hemos puesto más capital y más trabajo. Pero no hemos logrado que esa combinación de capital y trabajo nos genere mayor producción.
Pero para tener más inversión y más productividad necesitamos reformas.
—¿Qué reformas son prioritarias?
— Uruguay necesita una economía más abierta al mundo; cuando hablamos de esto siempre pensamos en mejores accesos para nuestros mercados de exportación y eso está bien, pero para exportar más tenemos que importar más y Uruguay tiene un conjunto de políticas comerciales establecidas de manera relativamente autónoma que esencialmente dificultan la importación.
Tenemos una enorme cantidad de barreras no arancelarias para importar que termina introduciendo escasez en los mercados, precios altos, costo país elevado. Permisos para importar productos que los regula el Ministerio de Salud Pública, el Ministerio de Ganadería, el LATU. Hay un montón de productos que no se pueden registrar para importar con facilidad y que de todos modos entran de contrabando.
Además, Uruguay cobra aranceles superiores a los que tiene acordado en el Mercosur, como la tasa consular de 5%; Uruguay cobra como unos 800 millones de dólares en la frontera a las importaciones. Deberíamos proponernos bajar sustancialmente los aranceles y eliminar la tasa consular. Y eso involucra una renuncia fiscal que hay que sincerar y ver cómo se resuelve.
También necesitamos más competencia en los mercados de servicios. El ministro Oddone ha hablado de una agenda de desempapelamiento, y parte de lo que estoy comentando justamente refiere a esa agenda. Creo que este es uno de los puntos que debería entrar con mucha fuerza terminado el presupuesto y el descanso del mes de enero.
Y revisar el enfoque acerca de qué cosas debemos o queremos regular y cuáles no deberían estar reguladas.
—En ese sentido, hay una propuesta sobre la mesa que apunta a que las empresas deban emitir un preaviso a la hora de decidir retirarse y despedir a sus trabajadores.
—Todavía no sabemos los detalles, si se tratará de despidos individuales, masivos o colectivos, si será para todas las empresas o depende el tamaño, pero me parece que es una señal claramente en la dirección incorrecta. Estrategias que apuntan a incrementar la protección de los puestos de trabajo no conectan bien con la necesidad de crear más empleo. Cuanto más complejo sea para las empresas despedir, seguramente va a haber menos interés en contratar. Debemos cuidar más al trabajador que al puesto de trabajo.
Debemos pensar si el problema que existe hoy en el mercado de trabajo requiere más protección al puesto de trabajo o si tenemos otros problemas más importantes en el mercado.
Tenemos un desempleo estructural alto. Y fundamentalmente, entre los jóvenes, donde el desempleo trepa a 25%. Además, la tasa de participación femenina en el mercado de trabajo es bastante baja en la comparación internacional. Uruguay debería tener más mujeres trabajando.
—¿Por qué no hay más mujeres trabajando?
—Por muchas razones probablemente, pero un tema central es que recae sobre ellas el cuidado de adultos mayores y de los niños. En el último consejo de salario del servicio doméstico se dispuso categorías para los trabajadores del servicio doméstico, estableciendo que cuidar personas sea la más remunerada.
Eso no va en la dirección de pensar que lo que tenemos que tener es más mujeres trabajando. No sólo es una ineficiencia económica, sino que también es una limitación de los derechos de esas mujeres que seguramente en muchos casos desearían trabajar, pero no encuentran la forma de viabilizar eso. Y tenemos muy mala calidad de empleos en los sectores de menores ingresos.
—¿El hecho de potenciar el sistema de cuidados, que en el presupuesto parece tener un destino mayor de recursos va en esa línea, por ejemplo?
—Allí veo dos cosas. Una tiene que ver con políticas de mercado de trabajo y otra con políticas sociales. Claramente, en un país que va a envejecer, uno debería pensar que a medida que avance el tiempo, vamos a tener que encontrar mejores soluciones, más eficientes, para el cuidado de los adultos mayores, que el tener una persona adulta cuidando a un adulto en una casa. Y eso va a involucrar rediseños institucionales, va a involucrar recursos públicos que hoy no están disponibles.
Eso es un enorme desafío, pero no deberíamos pensar que en las próximas décadas el cuidado de los adultos va a esencialmente depender que por cada adulto, que cada vez van a ser más, haya una persona no adulto o mayor, cuidándola muchas horas al día en su casa.
—La pobreza está muy relacionada a los problemas de inserción que hay en el mercado de trabajo…
— Es así. Acceden a empleos de pocas horas, intermitentes, informales. Entonces, ¿de qué nos tendríamos que estar ocupando el mercado de trabajo? De mejorar la cantidad y la calidad de los empleos.
Tenemos que pensar es en tener un mercado de trabajo que funcione mejor. En Uruguay tenemos negociaciones colectivas que son extremadamente rígidas, no distinguen entre diferencias de productividad en las empresas, no distinguen entre diferencias de tamaño, no distinguen entre localización geográfica. No solo fijan salarios mínimos por categoría, también fijan porcentajes de aumento.
La única palanca que tiene una empresa para reducir el costo salarial, si va a cumplir con todas las normas que establece la negociación colectiva es actuar sobre la cantidad de trabajadores.
Y la reducción de la jornada laboral es como otro camino que no está conectando con el hecho de que cada vez vamos a ser menos personas. Sostener por un lado que tenemos que extender la edad de retiro pero al mismo tiempo decidir que personas en plena edad activa trabajen menos de 40 horas semanales, es un sinsentido.
— ¿Y el empleo juvenil cómo lo mejoramos?
—Tenemos problemas de capacitación de los jóvenes, problemas en el sistema educativo, hay que actuar sobre ese lado. Insisto en que nuestro sistema de negociación es tan rígido que, inexorablemente, eso implica menos demanda de trabajadores por parte de las empresas y el candidato natural para quedarse sin empleo ante esa demanda afectada por un exceso de rigideces, son las personas jóvenes que no tienen experiencia, son mujeres con calificación media que no van a acceder a puestos de trabajo de muy alta calidad y por lo tanto, la ecuación entre acceder a un empleo de muy baja remuneración versus quedarme en mi casa cuidando a un niño o un adulto, termina inclinándose por quedarse en casa.
El foco que deberíamos tener es crear más empleo y que necesitamos un mercado de trabajo menos rígido que lo que estamos observando.
—Desde lo conceptual, hablamos más de salarios que de empleo…
—Permanentemente. Pensando en qué hay que hacer para aumentar el salario real. Eso, con una productividad que en los últimos 10 años creció prácticamente cero, según nuestras estimaciones.
-La presión viene porque el poder adquisitivo de los salarios es bajo…
-Sin duda que tenemos salarios bajos, pero aumentar los salarios sin productividad no es sostenible. La economía uruguaya necesita más inversión y más productividad para continuar aumentando los salarios
