BOTNIA rioRespondiendo al colega Marcelo Marchese

Los hechos, un decreto referido a la reglamentación de la pesca y como parte menor de la misma la pesca con fines científicos, que en más de una década de vigencia no amerito queja pública alguna, ni tampoco restricciones a la investigación científica en ningún ámbito, luego de un ajuste marginal en su redacción se lo presenta como una mordaza a cualquier tipo de investigación científica respecto al agua.

Jorge Balseiro Savio
Me reitero, a mi entender, asistimos a un ejercicio de sobreactuación y victimización que ya entra en el terreno del ridículo.  Si otras opiniones quieren presentarlo como una afrenta a las libertades públicas, y de paso construir un relato épico de resistencia, en su derecho están. 

A pocos días resulta un tema más que pasa sin pena ni gloria, y que terminará probablemente en un burocrático ajuste de redacción del decreto, que no cambie absolutamente nada, y deje conformes a algunas lecturas que el Director de DINARA, -sigo pensando con acierto-, describiera como producto de una “imaginación kafkiana”.

Entrando a otros despropósitos que me atribuye el colega Marchese, me remite a lo que denomina “estudios de investigadores independientes de la Udelar”, citando un artículo preparado en el marco de un proyecto financiado por la Unión Europea (1) cuyos autores son Ofelia Gutiérrez y Daniel Panario.  Renglón seguido cita una serie de elementos respecto a un “cambio irreversible en la evolución de dichos suelos”.  De la misma manera que en el caso de la pesca –donde tirando de la piola se llega a saber que el decreto existía y refería a la pesca- en este caso también es posible tirar de la piola, y también encontrar sorpresas.   La afirmación se sustenta en un artículo de 2012 (2) donde a los anteriores autores se agregan Céspedes-Payret y Piñeiro. Siguiendo en buscadores académicos aparece otro artículo de similar temática de 2016 (3) –enviado a una publicación diferente- de casi los mismos autores y finalmente una Tesis en Francia de Céspedes-Payret (4), donde Panario preside el tribunal.  Allí se plantean trabajos de campo en la Forestal de Caja Bancaria de Piedras Coloradas, año 2006, comparándose los suelos de parcelas de pradera con forestadas de entre 10 y 30 años de antigüedad, analizándose diversos parámetros.

Llama la atención que los artículos de 2012 y 2016 refieren a la misma zona, similares estudios, sin embargo no citan la referida tesis ni mencionan fechas de las actividades de campo.  El artículo de 2012 se refiere exclusivamente a la parcela forestada de 25 años de edad y muestra tablas exactamente con los mismos valores de arcilla en distintos horizontes que aparecen en la tesis de 2007 (Tablas 1 y XLVI).  En el artículo de 2016 se encuentra también coincidencia entre los datos promedio (Tabla 3) y el detalle (Anexos a cuarta parte de la tesis). Todo esto además de otras similitudes como fotografías y difractogramas. En resumen, los artículos de 2012 y 2016 se enviaron a diferentes publicaciones y basadas información producida en la tesis de 2007, sin citarla ni obviamente tampoco, señalar hallazgos subsiguientes que justificaran los artículos.

Según Spinak (5), “Se considera que un autor se plagia a sí mismo cuando re-utiliza material propio que ya fue publicado, sin indicar la referencia al trabajo anterior” el denominado autoplagio -self plagiarism-, que “desde el punto de vista de la integridad académica se considera una falta de ética”. También Spinak refiere al “tipo de publicación salami; o sea una investigación que se divide en partes mínimas publicables y se envía a diferentes publicaciones, y en cada una de ellas repite una parte importante en común. Debe notarse que una publicación puede ser salami sin cometer auto-plagio, pero esto también es una falta de ética de otro tipo.”

Toda la evidencia conduce a mostrar que al final del día lo que hay de estos autores es un único estudio de campo de suelos forestales, la tesis de 2007, en un solo lugar, y en un solo momento, y con ese único experimento pretenden armar un caso.  Casi no citan ni menos discuten autores nacionales de la Udelar con publicaciones arbitradas, que han tenido hallazgos que difieren (6). Tampoco discuten temas de manejo sustentable de suelos, válidos tanto para la forestación como para la agricultura en general, declaran sin más que la pérdida de suelos está a un paso.  Sabe la ciencia del suelo que la desbasificación se corrige como resulta obvio, reponiendo bases, por ejemplo la dolomita que se la usa en forestación tanto como en agricultura sea convencional u orgánica. Lo mismo para la reposición de materia orgánica y nutrientes por vía de la reincorporación de residuos forestales (7).  Todos temas donde hay amplia investigación de Udelar e Inia.

Luego Marchese asumo que a partir del mismo artículo (1) combina desecamiento con inundaciones, cosa rara si las hay.  Si los autores hubieran prestado atención a sus propias citas (1) habrían tomado nota que Silveira (8) con los mismos cambios en el suelo concluye “La menor retención de agua en el suelo y menor escurrimiento superficial deberían significar un mayor drenaje profundo y recarga de acuíferos en el período invernal bajo Eucalyptus”, nada que sostenga la hipótesis de aumento de inundaciones.

Y me permito pasar a otro artículo de Panario y Gutiérrez (9) sobre un seguro descenso de los caudales de los ríos: “Esto es un alerta para el caso del Río Negro de Uruguay, con sus tres represas hidroeléctricas, donde se estaría sustituyendo agua que se turbina tres veces, por rollizos para pasta de celulosa”.  Cuando se recurre al Balance Energético Nacional del MIEM (10) se aprecia que desde los años 80 en que se incorporaron las últimas represas, a la fecha, no hay cambios significativos en la generación hidroeléctrica, más que las oscilaciones interanuales producto del patrón de lluvia, y si hubiera que mirar una tendencia de largo plazo lo que surge más bien es un aumento, producto de los aumentos de caudales en la cuenca del Plata.  Si la preocupación energética es tan relevante para los autores, deberían recordar –cosa que ignoraron en el artículo- el impacto energético de la cadena forestal, al punto que de acuerdo al referido Balance significó en 2017 el 43% de la matriz primaria –superando incluso al petróleo- y el 18% de la matriz eléctrica, superando en ese año la generación del conjunto de las represas del río Negro.

Luego Marchese señala que: “Seguramente, como ha sucedido desde principios del siglo XX en nuestro país, nuestro colega confunde las virtudes del monte nativo, conformado por un conjunto variado de árboles autóctonos, con los perjuicios de un monocultivo de árboles foráneos, importados según las "recomendaciones" de diferentes instituciones extranjeras.” Se equivoca, no confundo nada, del monte nativo debida nota tomó la ley forestal para su protección haciendo que Uruguay sea de los pocos países donde se ha recuperado y extendido.  De lo que se trata es de ampliar un rubro productivo para suelos donde la única alternativa conocida es la ganadería extensiva con vacas británicas “foráneas”, desagradable palabreja que en nombre de un nacionalismo patológico se escuchaba en los comunicados de las fuerzas conjuntas. Con tal peculiar criterio, foráneos somos Marchese y yo con ancestros que llegaron después que llegara el primer eucalipto, como foráneos además de vacas son ovejas, sapiens caucásicos, lechugas orgánicas, estos medios electrónicos.  Paradójicamente los fósiles más antiguos que se conocen de eucalipto están en la Patagonia, no en Australia, con lo cual es más bien un regreso.

Paso al entrecomillado a “recomendaciones”, tomado seguramente del artículo de Panario y Gutiérrez (1), postulando que la ley forestal fue mandato de los organismos multilaterales. Así la CIDE, y por añadidura la Udelar que acompañó activamente el proyecto, incluyendo economistas de izquierda como Astori y Curiel, gente como Juan Pablo Terra fundador del Frente en el tema vivienda, y el propio Wilson Ferreira desde el Ministerio de Ganadería, en el contexto de los años sesenta, marcado por la Revolución Cubana, resultaban poco menos que mandaderos de la Alianza para el Progreso, algo que no parece tener mayor base visto el contexto de la época.  La CIDE fue una formidable usina de pensamiento autónomo para el desarrollo nacional, a la cual entre otras cosas le debemos el plan y ley forestal, donde además de montes –nativos y artificiales- estaba la industria.

Respecto a la afirmación de Marchese sobre que “se ha demostrado que los mamíferos que beben de esa auténtica agua de la vida, luego ven disminuido el tamaño de sus testículos”, es una referencia que se encuentra en un recordado informe de docentes de la Facultad de Ciencias (11).  Si algo queda de ese informe es que ninguno de sus vaticinios se cumplió, incluso otros, que la planta “producirá fuertes impactos en el cuerpo receptor.” (9).  No produjo ningún impacto, uno de los monitoreos más exhaustivos del mundo lo prueban.  Respecto a los disruptores endocrinos asociados al tema testicular que preocupa a Marchese, una década de monitoreo de peces por científicos de la Facultad de Ciencias (12) mostró que el índice gonadosomático aplicado al bagre trompudo como especie más abundante no registró impacto alguno, así como tampoco la concentración de fitosteroles y demás sustancias promotoras.  A esta altura, seguir repitiendo bibliografía extranjera descontextualizada y sin tener en cuenta el conocimiento producido en el país en la última década, no tiene base alguna. Vale que en 2006 tenía sentido recurrir a bibliografía extranjera –y vale que es siempre un complemento imprescindible-, así lo hicieron docentes de la Facultad de Química y llegaron a conclusiones diametralmente opuestas.  El informe de docentes de la Facultad de Ciencias ignoró elementos básicos como la caracterización de los efluentes y el ambiente receptor. Y cuando Panario y Gutiérrez expresan que “Ante la presión generada por el conflicto, el Banco Mundial verdadero gestor de la política forestal industrial del estado uruguayo, pide otro informe; pero este, claramente ante la sociedad de Gualeguaychú y lo más esclarecido (SIC) de la sociedad uruguaya, resulta igualmente poco confiable” (9) se expresa una “ciencia” que junto a piqueteros de Gualeguaychú divide a la sociedad uruguaya entre “esclarecidos” y vaya a saber que.  ¿Eso es ciencia?, más bien militancia, un derecho sin dudas, no con mis impuestos.

El colega Marchese me remite luego al río Negro.  Bueno que en la capital se acuerden, vivo desde que nací –hace más de siete décadas- a seis cuadras del río Negro en Mercedes.  Mi primer -y casi único- “balneario” fue la playa El Raviol, donde nos bañamos y vimos pescar por décadas, aguas abajo de una planta de celulosa y papel, que si bien pequeña, por no tener ni recuperación de químicos y energía ni tratamiento de efluentes arrojaba al río una carga orgánica del mismo orden de la planta de Fray Bentos, sin que el río de enterara ni le aparecieran algas.  Luego en 2005 las autoridades ambientales se acordaron y todo terminó en que se reconvirtieran a hacer solo papel e instalaran una planta de tratamiento de efluentes, de lo cual el río tampoco se enteró. Sin dudas que las algas son un problema en los veranos desde hace veinte años, por suerte en Mercedes y en la mayor parte del cauce nunca el río se vio verde, parece yerba en el agua, pero en las represas se acumula como en la foto que cita Marchese.

Tuvo que venir UPM para que se acordaran políticos, periodistas y ambientalistas.  Nobleza obliga, vaya que la Facultad de Ciencias a instancias de la UTE tomó nota del asunto tempranamente.  Sin mucho éxito por cierto y sin mayor eco en las autoridades. Las causas son sabidas, la intensificación agrícola ganadera, no así forestal que en el tema de nutrientes a los cursos de agua juega a favor por reducir la erosión y un uso mínimo de fertilizantes.  Se van a tener que adaptar a prácticas sustentables, y enhorabuena que se hablara de celulosa en el río Negro para que este tema se empiece a encarar. Otros problemas ambientales por suerte el río no tiene. Y si a Marchese le basta el dato de 105 millones de litros para evaluar un impacto ambiental, en el río Negro circulan diariamente en la zona 60.000 millones de litros.  Con la experiencia de cero impacto en Fray Bentos y Conchillas, no hay porqué pensar que la nueva lo tenga. El mundo –el primero y Finlandia incluidos- está lleno de ejemplos de plantas que operan en ríos de mucho menor caudal, remito a mi artículo en Uypress del pasado 26 de noviembre. En cualquier caso corresponde esperar el Estudio de Impacto Ambiental, y quien tenga dudas podrá presentarse en las instancias de participación ciudadana previstas por la ley.

Para finalizar y disculpando la extensión, desde hace más de quince años desarrollo una tarea casi artesanal de información del sector forestal, que para mi satisfacción ha tenido reconocimientos dentro y fuera de Uruguay –entre ellos acompañar a Esteban en Uypress-, actividad que inicié a poco de jubilarme como director de liceo departamental e inspector en secundaria.  Tomo debida nota del error que señala Marchese, que será prontamente subsanado y vaya que tiene derecho a la queja. Lamentablemente fue un error involuntario que no debería ocurrir, que en un texto se pierda el último renglón. Agradezco también la deferencia del colega Marchese en confiarme su difusión así como el presente intercambio.

 (1) Gutiérrez, O., Panario, D. (2014) ‘Implementación de un complejo forestal Industrial, ¿una política de Estado? Estudio de caso: Uruguay’, ENGOV
(2) Céspedes-Payret, C., Piñeiro, G., Gutiérrez, O., Panario, D. (2012) ‘Land use change in a temperate grassland soil: Afforestation effects on chemical properties and their ecological and mineralogical implications’, The Science of the total environment.
(3) Céspedes-Payret, C., Bazzoni, B., Gutiérrez, O., Panario, D. (2016) ‘Soil Organic Carbon vs. Bulk Density Following Temperate Grassland Afforestation’, Environmental Processes.
(4) Céspedes-Payret, C. (2007) ‘Dinámica de la materia orgánica en relación con algunos parámetros fisicoquímicos en la conversión de pradera a cultivo forestal un Mollisol en la zona de Piedras Coloradas-Algorta, Uruguay’, PhD Thesis, Ecole Supérieure d´Agronomie de Toulouse, Institut National Polytechnique, Francia.
(5) Spinak, E. (2013) ‘Etica editorial y el problema del autoplagio’, SciELO en Perspectiva.
(6) Hernández, J., del Pino, A. Vance, E., Califra, Á., del Giorgio, F., Martínez, L., González Barrios, P. (2016) ‘Eucalyptus and Pinus stand density effects on soil carbon sequestration’, Forest Ecology and Management.
(7) Hernández, J. (2013) ‘Mejores prácticas de manejo de suelos en plantaciones y replantaciones de eucalipto y pino’, Departamento de Suelos y Aguas, Facultad de Agronomía, Udelar – CSIC.
(8) Silveira, L., Alonso, J., Martínez, L. (2006) ‘Efecto de las plantaciones forestales sobre el recurso agua en el Uruguay’, Agrociencia.
(9) Panario, D., Gutiérrez, O. (2007) ‘La política forestal industrial del Estado uruguayo’,  Seminario: Política y Pasteras en el Rio Uruguay: Medio Ambiente, Modelos Productivos y Movimiento Social, 16/11/2007, UNSAM.
(10) Dirección Nacional de Energía (1965-2017) ‘Balance Energético Nacional’, Ministerio de Industria, Energía y Minería.
(11) Panario D., Mazzeo N., Eguren G., Rodríguez C., Altesor, A., Cayssialis, R., Achkar, M. (2006) Síntesis de los efectos ambientales de las Plantas de Celulosa y del modelo forestal en Uruguay, Informe solicitado por el Consejo de la Facultad de Ciencias.
(12) Tana, J., Vidal, N., Masdeu, M., Teixeira de Mello, F., Larrea, D. (2012) ‘Fish community and species diversity in río Uruguay’, Monitoring studies in the recipient of UPM pulp mill, ÅF-Consult Ltd.

UY.PRESS -  Montevideo  URUGUAY -  23 julio 2018