pecari El regreso del pecarí

La reserva ecológica que Montes del Plata tiene en Río Negro cumplió con éxito una experiencia de reintroducción
En 1715 el médico y naturalista británico William Toller recorría las tierras de la Banda Oriental maravillado con lo que veía. Durante el viaje se topó con una curiosa piara de porcinos a los que describió con "los ombligos en el dorso". Un par de siglos más tarde el biólogo Raúl Vaz Ferreira, hijo del filósofo, precisó que la notable característica descrita por Toller era en realidad una glándula odorífera que estos animales llevan en ese lugar y que, al verse amenazados, suelen expeler un olor característico. Vaz Ferreira duda, asismismo, que el viajero inglés se haya topado con "trescientos a cuatrocientos" especímenes, ya que los pecaríes de collar, que esta es la especie, suelen moverse en grupos de no más de diez animales.

 

Se cree que en algún momento entre el siglo XIX y principios del XX los pecaríes de collar se extinguieron en Uruguay. Los zoólogos todavía discuten las causas, lo cierto es que hasta hace pocos años no existía ningún ejemplar en ninguna parte del territorio. Esto ocurrió hasta que los responsables del Bioparque MBopicuá decidieron reintroducir la especie en su hábitat natural. Una operación de restitución que busca, junto a otras especies también extintas o en vías de estarlo, restablecer un equilibrio ecológico originario.

Devolver a su hábitat.
En estos días se cumplió un año de la liberación de los primeros 150 pecaríes de collar en los extensos territorios de la reserva que la empresa Montes del Plata tiene en las cercanías de Fray Bentos. Y el procedimiento resultó un éxito, pero también una oportunidad de primera mano para observar cómo se comporta un ecosistema al integrar especies autóctonas que no lo habitaban desde hacía décadas.

"En el año 2000 me fui a vivir a MBopicuá, se me requirió para desarrollar ese proyecto y surgió la idea de una estación de cría de fauna autóctona, con el objetivo claro de que los animales fueran reintroducidos en la naturaleza", cuenta el naturalista Juan Villalba-Macías, coordinador de lo que hoy se conoce como el Bioparque MBopicuá.

El proyecto era ambicioso, pretendía convertir aquella extensión de siete mil hectáreas de exuberante vegetación en una enorme estación de cría para varias especies. El venado de campo, el pecarí de collar, algunos felinos menores como el gato de pajonal o el magary, el cardenal amarillo, el yacaré, los coatíes son algunas de las 62 especies que actualmente tiene en cría MBopicuá. Algunas de ellas, como es el caso de los pecaríes, fueron liberadas y hacen su vida ya lejos del dominio humano.

"El pecarí estaba extinguido desde hacía cien años, no tenemos una certeza científica de por qué se extinguió, se especula con un tema sanitario, con un tema de haber sido diezmados por las jaurías de perros cimarrones que fueron un problema muy grave en los siglos XVIII y XIX; las jaurías eran muy comunes en la campaña y se hicieron grandes matanzas de perros cimarrones en aquellos años", cuenta Villalba-Macías.

Debieron buscar ejemplares originarios de la especie en Argentina y Paraguay, donde finalmente lograron adquirir cuatro de ellos. Y allí comenzó la cría, de aquellos cuatro pronto pasaron a números mayores. La estación de cría llegó a los 400, aunque fueron solo 150 los que liberaron el año pasado.

El proceso de reintroducción fue minucioso. Primero llamaron a un debate con académicos de la Facultad de Ciencias. La idea de introducir una especie extinguida en el país podía ofrecer más argumentos en contra que a favor.

"La reintroducción de una especie es algo sumamente complejo, por varias razones. Primero, sanitarias, uno tiene que tener la seguridad de que los animales estén en perfectas condiciones sanitarias porque puede ser contraproducente, si se liberan animales que hayan contraído una enfermedad durante el cautiverio y está introduciendo en el medio natural una peste que puede diezmar otras especies. De hecho, en Estados Unidos ha ocurrido con otras especies que años atrás se liberaban sin mayores controles y por salvar una especie casi terminaron extinguiéndola", explica Villalba-Macías.

El otro riesgo proviene de la propia biología del animal y de su capacidad para readaptarse al medio. En esto pusieron especial cuidado los especialistas durante la primera fase.

En los primeros dos años los pecaríes fueron celosamente controlados en su alimentación y estado sanitario. "Con respecto a la alimentación los últimos dos años previos a la liberación se le estuvieron brindando alimentos naturales, los incorporamos a la dieta en forma cada vez mayor, que comprendía frutos de la palmera Yatay, que es una de las especies que se encuentran en el área de liberación", precisó el naturalista.

Parecidos y diferencias.
Pese a su aparente similitud con el jabalí el pecarí de collar tiene diferencias hasta de orden genético. El jabalí es un animal omnívoro y eventualmente puede matar a sus presas para alimentarse, es de hábitos nocturnos y puede llegar a alcanzar grandes dimensiones. Un ejemplar adulto puede alcanzar los 150 kilos. En tanto, el pecarí es más pequeño, su peso promedia los 60 a 90 kilos, es herbívoro y de hábitos diurnos. Esto últimos favorece su supervivencia, ya que comparte prácticamente el mismo hábitat con el jabalí, del que podría llegar a ser víctima.

La reintroducción del centenar y medio de especímenes planteaba otros problemas relacionados con el entorno. Esto quedó en manos de otro experto, Horacio Giordano, actual coordinador de medio ambiente del Bioparque MBopicuá.

"Las áreas más aptas son montes nativos, que tengan frutos, que tengan pradera, agua, y que estén alejadas de la caminería, centros poblados o lugares de tránsito frecuente para protección", explicó Giordano.

Previo a la liberación se realizó un pormenorizado estudio de la zona para corroborar que allí encontrarían todos los nutrientes para la supervivencia.

"Una de las cosas que evaluamos en este año de monitoreo con cámaras trampa, es cómo fue el ensamble de esta nueva especie con las que ya estaban allí, y fue bárbaro", señala Giordano.

A fines de junio se cumplió un año de la liberación de los pecaríes, el balance es totalmente positivo. Tanto estos ejemplares como los otros que fueron reintroducidos en el mismo ecosistema viven en plenitud. Hasta ahora el único tropiezo para la experiencia fue un incidente ocasionado por cazadores furtivos que la rápida acción coordinada de la Dirección Nacional de Medio Ambiente y la Policía pudo reprimir oportunamente. Desde entonces los pecaríes viven en paz.

El primo lejano de los cerdos
Pecari Tajacu es el nombre científico del pecarí de collar. Se lo encuentra desde el Sur de Estados Unidos hasta Argentina, desde hace unos años también en Uruguay donde la especie habitó al menos hasta fines del siglo XIX. Aunque usualmente ignoran la presencia humana, los pecaríes de collar podrían reaccionar si son amenazados, utilizando largos colmillos que se afilan solos cuando abren y cierran su boca. Además, liberan un almizcle muy fuerte si se sienten alarmados. "Llegamos a tener alrededor de 400 animales, previo a la liberación", dice el naturalista Juan Villalba-Macías, responsable del proyecto de cría y reintroducción. Un primer grupo de 150 ejemplares de esta especie es el que desde hace un año fue liberado en la zona de influencia de MBopicuá. La idea es ir agregando más ejemplares en la medida que se corrobore su buena adaptación.
Fuente El País. Artículo de Renzo Rosello.

INFORIO - Fray Bentos - URUGUAY - 09 julio 2018