agrario Ya se viene el lobo

Hace un tiempo escribí sobre una serie larga de situaciones que se vienen acumulando en perjuicio del sector agropecuario, cuya suma total daba pie al título de ese artículo:

JULIO PREVE FOLLE
El agro sitiado, de febrero de este año. Un clima absolutamente excepcional ha permitido tapar en parte lo que desde aquel momento se vislumbraba y aún antes, que es que en el sector se está activando una bomba que ojalá no detone, pero en cualquier caso esta columna es para advertirlo.

Algunas cifras.
Algunos piensan que siendo como somos el sexto exportador mundial de soja, básicamente a un único destino, nos está yendo bien. No es así.

El área de soja que había superado 1,3 millones de hectáreas y este año se sembrará algo parecido a 1,1 luego del mejor año en materia de lluvias de verano que elevó los rendimientos en casi 50%. El precio esperado sin embargo —unos U$S 360— no es nada malo en términos históricos, lo que si llueve lo de siempre nos conducirá a una caída muy fuerte en la producción. El arroz, que tiene un precio no menor a los US$ 9 o U$S 10 la bolsa, que es totalmente normal y hasta diría bueno de la serie temporal, sigue buscando un piso en el área sembrada que este año podrá ser de unas 150 mil hectáreas, cuando a fines de los 90 llegó a 208 mil. La lana a tres dólares que sigue conformando una oferta cada vez más reducida. El trigo, del que llegamos a plantar 590 mil hectáreas, este año no supera las 170 mil y se esperan precios del orden de los U$S 160 en chacra, que por otra parte tampoco es un precio históricamente ruinoso. En cuanto a la carne vacuna, por ejemplo, la semana pasada llegó a valer U$S 3600 la tonelada, precio que en series largas duplica a muchos de varios años, y no parece nada raro. Ello no obstante la producción física de carne, como dice mal un técnico comprometido con el gobierno "habría alcanzado un nuevo equilibrio". En efecto, se ha alcanzado con precios muy buenos un supuesto nivel de producción mal llamado de equilibrio, cuando se debe hablar de estancamiento, en un rubro cuya producción física sigue sin superar su performance de hace 10 años, con consistentes caídas en varios indicadores de productividad e inversión. Otra tanto pasa con la lechería, cuyas protestas suenan cada vez más fuerte con razón, aunque el precio actual de U$S 0,33 más que duplica al de 2006.

Todos estos precios antes referidos no son mejores que los récord de los años de oro, pero no pueden considerarse en absoluto malos valores. Por otra parte, todos los informes que reportan valores a mediano y largo plazo tales como OCDE, FAO, Banco Mundial, Rabobank o el USDA, con variaciones, reportan una sorprendente estabilidad en este nivel de precios consistente con una oferta en un aumento de nivel parecido al de la demanda mundial, y una cierta estabilidad en las existencias finales. En otras palabras, no solo nadie pronostica crecimientos importantes en los precios, sino que con estos valores todos nuestros competidores logran producir, competir y crecer. Nosotros no.
Productividad.

El ajuste de la función de producción de todos esos rubros, si los precios no cambian, es por mejora en la productividad o por merma en los costos, no hay otro camino. Y si los valores de productividad no son suficientes, su mejora o bien no está disponible en general —por ejemplo en arroz cuya productividad media es muy alta y tiene poca variación entre productores— o bien es posible pero solo en algunos casos, como en la agricultura de secano, con reducción de área muy importante. Si la productividad no resuelve la pérdida de ingresos y de competitividad externa, lo único que queda son los costos, incididos por intervenciones de política pública.

Costos.
Si el déficit se financia con endeudamiento que trae retraso cambiario, ¿no se hará nada? Por ejemplo, ¿vamos a seguir con la política de agrocombustibles que el mundo abandona y que nos cuesta por ALUR U$S 120 millones? ¿Vamos a seguir subsidiando el azúcar también por ALUR? ¿Seguiremos refinando petróleo con el combustible de los más caros del mundo? ¿Vamos a querer seguir produciendo autos, ropa, zapatos, todo en base a subsidios o protección que salen al final del cuero del que proceden todos los tientos? ¿Y hasta cuándo comunicarse con el mundo va a ser más caro que en otros países?

El agro, con la peor presión fiscal, el gas oil más caro, infraestructura como la conocemos, los plaguicidas más caros, obligaciones de uso de semillas más caras, fletes más caros, precios bajos, tipo de cambio atrasado, trazabildiad obligatoria, amenazas de más tributos, en un país que arma autos, subsidia a ALUR, al Fondes, que toma empleados públicos sin tasa ni medida, posee una productividad del trabajo en caída, y una intervención burocrática creciente, es un agro sitiado. Peor aún, se encuentra dentro de un clima nacional antiagrario azuzado desde el gobierno como bien lo subrayaba el Presidente de la Federación Rural hace unos días. Esto último deriva, entre otras razones, de un desborde sindical como el que se conoció en la industria frigorífica, antes en la lechería, con cortes ilegales y abusos conocidos. Y todo abonado por el capitalismo a la carta que es el arreglo con UPM, menos favorable en este contexto de costos y atraso cambiario en aumento.

Endeudamiento.
No tengo por ahora cifras oficiales, pero es un secreto a voces que ha empezado un proceso de endeudamiento, todavía incipiente, que si el gobierno no cambia nada —ahora sabemos que tampoco se puede esperar un TLC con nadie, ni China ni Chile ni Europa— y si no desaparecen varios costos inaceptables, el proceso seguirá de forma lenta pero segura. Y el lobo del estancamiento y las deudas, como en el cuento de Caperucita, finalmente podría llegar.

Diario EL PAIS - Montevideo - URUGUAY - 12 diciembre 2017