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Desde su fundación, Conchillas se ha mantenido ligada a las necesidades que ha generado el desarrollo de otros países. Hace 130 años el crecimiento de la construcción en Buenos Aires propició la explotación de sus canteras y la fundación del pueblo. Ahora, la demanda internacional de celulosa alienta las esperanzas sobre el futuro que tienen los habitantes de esta pequeña localidad de Colonia, aunque sigue pendiente la principal interrogante: ¿es suficiente la cantidad de puestos laborales que genera un emprendimiento de esas dimensiones?

 Francisco Abella
La edad de piedra
En la década de 1880 el gobierno argentino inició la construcción del puerto de Buenos Aires. La firma inglesa Walker & Cía hizo frente al suministro de arena, cal y piedra para esas obras.

Por razones de proximidad, Walker resolvió explotar las canteras ubicadas en Conchillas. Entre arriendos y compras, los ingleses adquirieron unas 1.300 hectáreas, en las que construyeron un puerto, vías férreas y varios edificios.

Los primeros obreros fueron contratados en Europa. Al cruzar el Atlántico, los trabajadores encontraron un paisaje arenoso, con rancheríos muy precarios, que facilitaron la dispersión de la tuberculosis y la difteria. En 1890, las bajas registradas entre los obreros asustaron a los empresarios, quienes dispusieron la construcción de un centro poblado en el puerto y otro a siete kilómetros, próximo a las canteras.

En 1930 se detuvo la inversión en el puerto de Buenos Aires, lo que provocó el decaimiento de Conchillas. 20 años después, los ingleses transfirieron sus bienes a la firma Capandeguy y Urrutia, que fraccionó los campos, separó las casas por padrones y las vendió a sus ocupantes. El cementerio, la plaza y los edificios donde funcionaban las oficinas públicas pasaron a manos del gobierno uruguayo, también en el año del maracanazo.

La etapa de la celulosa
En 2006, cuando la firma española Ence anunció que construiría una planta de celulosa y energía y un puerto en Conchillas, se sacudió el letargo en el cual estaban sumidos los locatarios.

En 2008, tras obtener las autorizaciones de la Dirección Nacional de Medio Ambiente (Dinama), Ence inició las tareas de nivelación y preparación del terreno. La firma española llegó a emplear a unos 500 trabajadores en forma simultánea, pero un año después, vendió el proyecto y parte de sus activos al consorcio Montes del Plata, conformado por dos empresas: la suecofinlandesa Stora Enso y la chilena Arauco.

En 2011, Montes del Plata retomó las obras en Conchillas. El período de máxima ocupación se registró en 2013, con más de 6.000 obreros, uruguayos y gringos, que llegaban desde las diversas localidades colonienses.

Los alquileres en el pueblo treparon a cifras insospechadas. Los propietarios lograron “hacer la diferencia” durante esa etapa. Jorge (55 años), que hasta entonces había sido empleado agrícola, fue uno de ellos. Trabajó como albañil en la obra y además alquiló su vivienda, atento al boom inmobiliario que había ocurrido unos años antes en Fray Bentos por la construcción de Botnia (hoy UPM). Liliana (48), pareja de Jorge, tiene un comercio en la calle Evans. Vivió su momento de esplendor durante las obras: “Hubo un movimiento muy grande, parecía una ciudad de verdad”.

Fuente de trabajo. En 2014 se inauguró la planta industrial de Montes del Plata. Desde entonces, en Conchillas, quienes pretenden ingresar al mercado laboral colocan sus ojos en esa empresa.

De los 720 trabajadores que ocupa de modo permanente, entre puestos directos e indirectos, 150 están radicados en esa localidad, que cuenta con una población de 800 personas, señaló Mariela Baráibar, responsable del área Sustentabilidad y Comunicaciones del consorcio multinacional.

Pero las plantillas de las firmas que trabajan en ese gigantesco lugar son “muy estables”, indicó. El consorcio tiene una oficina en el pueblo donde se reciben las demandas de los lugareños. “Nosotros fomentamos que las empresas contraten a los habitantes de Conchillas, trabajamos con la base de datos de los postulantes y los ayudamos a confeccionar los perfiles y los currículos [...] también impulsamos actividades para que generen habilidades y puedan desarrollarse en diferentes emprendimientos”, añadió.

Los cambios
Esther, una jubilada de 65 años, asegura que no le gustaría “volver a vivir en la Conchillas previo a Montes del Plata”. “Es por el trabajo, no es por otra cosa. Antes las pretensiones de las mujeres eran conseguirse un marido y quedarse en la casa. Ahora hay muchas mujeres trabajando, en las oficinas, en la limpieza o en el comedor de la fábrica”, opina.

La posibilidad de acceder a un empleo es “lo más importante”, porque otorga “independencia económica, que es un tema muy serio e importante”. “Ahora muchas mujeres pueden mantenerse a sí mismas y no tienen por qué quedarse en lugares donde ya no quieren estar más”, dijo Noelia (36), empleada de un tambo.

María (23) trabaja directamente para el consorcio multinacional. “Mis expectativas sobre el futuro mejoraron mucho, y más de lo que había imaginado hace unos años, que no tenía idea de lo que iba a hacer”.

En tanto, Pilar (26), docente en el liceo local, advirtió: “Siempre estuve en contra de la fábrica, porque todas contaminan, y yo no puedo formar parte de algo que daña el medioambiente”. No obstante, reconoce que el crecimiento económico en la localidad ha permitido ampliar los horizontes de los jóvenes. “Ahora los chiquilines piensan en otras alternativas, tienen la cabeza en seguir estudiando, tienen posibilidades de hacer cosas en el futuro”.

Ignacio (20) trabaja como operador de la planta industrial y cree que la llegada de la empresa tuvo un impacto positivo en la localidad y en su propia vida. “Le dio trabajo a la gente del pueblo. Yo terminé el liceo e hice Administración en la UTU de Colonia del Sacramento, y cuando salió la posibilidad de trabajar aquí estuvo bueno, porque, antes, lo máximo que podíamos hacer era trabajar en algún almacén”.

El destino. El ingeniero Edgardo Piñeiro, encargado de Comercio Exterior de Montes del Plata, sostiene que la industria de la celulosa “tiene mucho futuro”. “La producción no se destina solamente a la elaboración del papel, sino que existe una línea de trabajo y de investigación para que se transforme en un sustituto de los plásticos, a partir de la confección de biomateriales, del packaging inteligente”.

Para Piñeiro, la fabricación de celulosa resulta menos contaminante que la plástica. “La industria forestal capta y fija los carbonos que emiten otras industrias, lo cual genera un impacto positivo para contrarrestar el efecto invernadero”.

El especialista señaló que Montes del Plata y otras empresas del sector “deben respetar el cuidado del medioambiente”, ya que así lo requiere la normativa nacional y porque los principales mercados exigen a las industrias el cumplimiento de principios de calidad para poder ingresar con sus productos. “La autonomía en materia forestal” y la disponibilidad de recursos materiales y humanos son elementos que “fortalecen” la posición del país en el concierto internacional.

El crecimiento de la industria de la celulosa en tierras uruguayas está ligado a la suerte de las “economías emergentes”, especialmente a los países asiáticos que poseen grandes poblaciones, que deberían ceñirse a la creencia que establece que “a mayor desarrollo, mayor consumo del papel”, para conservar la estabilidad de las empresas en ese sector, afirma. Nunca es fácil predecir qué puede pasar en el futuro, pero si estos preceptos se cumplen y los habitantes de Conchillas se insertan efectivamente en las diversas cadenas productivas, tal vez este “pueblo tranquilo” de Colonia aporte nuevas y diversas historias de aquellas que surgieron en las canteras hace ya 130 años.

De todos los palos
En Montes del Plata conviven trabajadores que pertenecen a diferentes sectores de la actividad y que están afiliados a diversas federaciones que forman parte de la central sindical PIT-CNT. “Por un lado, están los trabajadores directos de Montes del Plata, que están en la Federación de los Obreros Papeleros (FOPCU). Además, hay metalúrgicos, transportistas, trabajadores del comercio, portuarios, marítimos y de la madera”, explicó José Rosa, delegado del sindicato de la empresa metalúrgica Andritz, que se encarga del mantenimiento de los equipos de fabricación.

“Los empleados de las subcontratadas más grandes no tienen mayores problemas: ganan sueldos que van de un piso de 30.000 a 70.000 pesos”, añadió. En tanto, quienes trabajan para las empresas de limpieza o de servicios viven “las situaciones más complicadas, por las condiciones de trabajo y porque en algunos casos no se han respetado los convenios vigentes”, advirtió.

Hace un par de años, varios de esos sindicatos impulsaron la creación de una mesa coordinadora, “pero no tuvo continuidad”. “Montes del Plata reconoce como interlocutor a la FOPCU, entonces los otros sindicatos deben realizar las negociaciones con las respectivas contrapartes”, se lamentó.

“Un monstruo”
El complejo que Montes del Plata construyó en Conchillas está compuesto por la fábrica de celulosa, una planta de producción de energía a partir de biomasa, y un muelle que recibe buques transoceánicos. El consorcio conformado por Arauco y Stora Enso invirtió más de 2.000 millones de dólares en ese emprendimiento.

La planta de celulosa tiene una capacidad de producción nominal anual de 1,3 millones de toneladas, aunque tiene una otorgación para fabricar hasta un máximo de 1,45. El promedio diario de producción es de 4.563 toneladas. La planta de generación “de energía limpia y renovable”, a partir de biomasa, produce electricidad para alimentar a ese enorme complejo industrial. Además, vierte un excedente de 80 MW que es vendido a UTE, que alcanza para satisfacer las demandas de 200.000 hogares uruguayos, señaló el ingeniero Edgardo Piñeiro.

La terminal portuaria cuenta con dos muelles: uno fluvial, para recibir madera, y otro oceánico, donde se despacha la celulosa y se reciben insumos.

La madera es transportada a través de barcazas que parten desde la terminal M’Bopicuá (Río Negro). Para fabricar 1,3 millones de toneladas de celulosa, Montes del Plata consume 4,5 millones de metros cúbicos de leña. En el muelle interoceánico, en promedio, operan cuatro buques por mes. Cada uno de los barcos puede llevar consigo cerca de 35.000 toneladas en cada viaje. Las bodegas no pueden ser cargadas a tope porque el actual estado del canal Martín García no permite calados muy profundos. El consorcio internacional tiene 140.000 hectáreas plantadas con eucaliptos en 11 departamentos del país. Además, posee 80.000 hectáreas de tierras que no están forestadas, destinadas a “la conservación de áreas de alto valor natural o histórico”, explicó Mariela Baráibar.

El vivero M’Bopicuá se ubica a pocos kilómetros de Fray Bentos. Allí trabajan 100 personas, en una superficie techada de 140.000 metros cuadrados, que tiene capacidad para producir 20 millones de plantines al año. El desarrollo de ese vivero demandó una inversión de 17 millones de dólares. En Uruguay, un eucalipto requiere diez años de vida en el bosque, para después transformarse en una infinidad de chips que serán la materia prima de la celulosa.
Francisco Abella

LA DIARIA Montevideo URUGUAY - 01 julio 2017