juan lacaze puebloSin trabajo a la vista

A cuatro meses del cierre de Fanapel, los habitantes de Juan Lacaze valoran las capacitaciones de Inefop, pero reprochan la ausencia de oportunidades laborales

Qué hago acá?”, se preguntó Marcelo Olaverry, rodeado de 12 compañeros y sentado en un pupitre, esa silla-mesa que remite inexorablemente al liceo. Llevaba 25 años sin sentarse a escuchar una clase cuando en marzo de este año, sin trabajo, entró a un aula en Montevideo para recibir una capacitación en recursos humanos a cargo del Instituto Nacional de Empleo y Formación Profesional (Inefop)


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“Los primeros 15 minutos me quería parar e irme. No me daba la cabeza. El momento que vivís es horrible”, relata Olaverry, presidente del sindicato de Fanapel y uno de los 300 trabajadores que fueron despedidos de la histórica fábrica de Juan Lacaze, que bajó la cortina definitivamente en febrero y puso al pueblo coloniense bajo un panorama sombrío.

Cuatro meses después, los extrabajadores de Fanapel y otro centenar de lacacinos que se encuentran desocupados se capacitan por Inefop en busca de reconvertirse y conseguir un empleo que les asegure un ingreso, aunque advierten que la situación en el pueblo es asfixiante y que aún no hay salidas a la vista.

En formación
Los problemas de empleo en la ciudad, que durante mucho tiempo fue emblema de la industria nacional, no comenzaron con el cierre de Fanapel. Ese fue simplemente “un punto de quiebre histórico”, pero desde 2010 hay una constante pérdida de puestos de trabajo, explica el alcalde Darío Brugman, quien estima que hay alrededor de 1.200 personas desempleadas en una ciudad que apenas tiene 13.000 habitantes.

Al cierre de la fábrica papelera se suma la situación de la cooperativa textil Puerto Sauce, formada por los trabajadores de la extinta Agolán y financiada por el Fondes en US$ 2,5 millones. Puerto Sauce tiene a sus 96 trabajadores en seguro de desempleo y un reciente estudio técnico la declaró “inviable”, por lo que ahora apunta a intentar desarrollar otras líneas de negocios.

Las capacitaciones que brinda Inefop forman parte del paquete de medidas anunciadas por el Poder Ejecutivo, que el 9 de marzo desembarcó en Juan Lacaze con Tabaré Vázquez a la cabeza para marcar el camino hacia la reconversión y reactivación económica de la ciudad.

En ese marco, el pasado viernes 23 se presentaron en Juan Lacaze dos de las cuatro aulas móviles que recorrerán el interior del país ofreciendo cursos de hidráulica, neumática, electrónica y control de procesos (estos dos últimos son los que se impartirán a unos 50 lacacinos en los próximos dos meses).

Pero más allá de esas novedosas aulas móviles –equipadas con tecnología del LATU–, desde hace unos meses ya se vienen dictando otra serie de talleres y capacitaciones en áreas tan dispares como gestión empresarial, electrónica, recursos humanos, logística, reparación de celulares y carnicería, entre muchas otras. Las temáticas fueron coordinadas por Inefop, la Agencia de Desarrollo de Juan Lacaze y el sindicato de Fanapel, que presentó una lista con los intereses de los trabajadores.

Los cursos abarcaron a unas 150 personas, según datos de Inefop. Su director general, Eduardo Pereyra, valoró el cumplimiento de los compromisos asumidos: “Estamos esperanzados de que estas capacitaciones sirvan y sean eficaces para la ayuda de personas a mejorar su perfil laboral y conseguir empleo, que es lo que todos queremos”, afirmó.

Buscando trabajo
Desde la perspectiva de los extrabajadores, ese es precisamente el gran debe y sus esperanzas son bastante menos auspiciosas que la de los jerarcas. Aunque la opinión es casi unánime en cuanto a la calidad de las capacitaciones –solo 5% dejó los cursos sin terminar–, el reproche pasa por la escasez de oportunidades reales donde volcar esos conocimientos.

“Ha habido mucho movimiento de hablar, pero poca actuación en el ámbito laboral”, opina Marcelo Laport, tesorero del Centro Unión de Obreros Papeleros y Celulosa. Según describe, la respuesta de Inefop “ha sido muy buena”, pero en materia de trabajo no hay nada concreto.

“No estamos acostumbrados”, agrega Olaverry. “Hace un año teníamos la cabeza en otra cosa, pensando en continuar trabajando en la fábrica, desarrollando la familia y ahora esto”.

Las dos edades
Los extrabajadores de Fanapel tienen dos edades. Así se presentan al menos, acompañando los años que figuran en la cédula con los años que pasaron en la fábrica. Edgardo Pérez tiene 49 años y 25 de fábrica, Marcelo Cabrera 47 y 23, Matías Lescano tiene 23 y 5. Todos ellos saben que esa segunda edad, que quedó suspendida en el tiempo el pasado 12 de febrero, se convirtió en un obstáculo para salir a buscar un nuevo empleo. “La búsqueda es complicada para todas las edades, porque no hay trabajo real”, sentencia Laport. A tal punto llega esa falta de opciones que, en esa búsqueda individual por salir del paso, el pueblo se llenó de rotiserías. “Todos los que sabemos hacer una milanesa, pusimos una”, cuenta Olaverry.

Hay otra fecha en el horizonte que los aterra: el 1° de abril de 2018, cuando se termine la extensión del seguro de paro, que en promedio ronda los $ 20 mil y les permite “jugar al empate”. A ese monto le suman la plata del despido, que Fanapel está pagando en fecha y que terminarán de cobrar en agosto.

Currículums apilados
Los problemas para conseguir empleo no se restringen a los exfuncionarios papeleros y a medida que los lacacinos incorporan aptitudes, los escritorios de las empresas siguen acumulando pilas de currículums destinados al olvido.

Luis López y Yulexi Salas ya no saben dónde más repartir. El primero tiene 28 años y acaba de terminar el curso de reparación de celulares, que lo motivó a abrir una pequeña tienda con su novia y un amigo. “Mi amigo tiene un local de tatuajes y lo amoldamos para poner el mostrador de reparación un poco más adelante”, explica. “En un mes hicimos unas 30 reparaciones”. Sin embargo, su búsqueda de empleo continuó con poco éxito. Mandó su currículum a empresas de Colonia y Montevideo, pero no obtuvo respuestas.

Yulexi, de 23 años, es la única venezolana de Juan Lacaze. Llegó a la ciudad coloniense hace ocho meses proveniente de Táchira, escapándole a los dramas internos del país caribeño y atraída por la tranquilidad de ese pequeño pueblo a orillas del río.

Lo que encontró allí fueron otros problemas. “Salir de un país de mala situación y caer en otro sitio de mala situación no te genera mucho entusiasmo”, afirma. Ella considera que Juan Lacaze es una “ciudad bonita para vivir, pero en cuanto a empleo no es recomendable para nada que te quedes aquí”.

María Cabrera, de 46 años, exhibe con momentánea alegría el diploma de gestión empresarial que acaban de entregarle en el municipio, pero hace seis meses que está buscando trabajo y no encuentra absolutamente nada. “Con una compañera llevamos un currículum hace unos días a una empresa que ni siquiera ha abierto y me dijeron que era el currículum número 200 que recibían”, afirma Cabrera, que trabajaba en un taller con su esposo, pero se vio obligada a cerrar en enero.

Ciudad dormitorio
“Si no gasta el obrero, no gasta nadie”, dicen los extrabajadores de la fábrica, y el rostro preocupado de María Elena les da la razón. Junto a su esposo son dueños de un almacén ubicado a pocos metros de Fanapel y en los últimos meses pasaron de recibir unas 300 personas por día a contar los clientes con los dedos de una mano. Cada turno de la fábrica –a las 6, a las 14, a las 22– significaba cientos de trabajadores golpeando su puerta. “Mi esposo se levantaba a las 5 y preparaba los refuerzos”, cuenta María Elena, y advierte que “ya no queda trabajo” en la ciudad. Como muestra, basta pasar de madrugada por las paradas de ómnibus, atiborradas de personas que salen del pueblo para trabajar y vuelven solo para dormir. Para unos 1.000 lacacinos su ciudad natal es un dormitorio.

Entre el futuro y hoy
Las paradas llenas a la madrugada tienen como contracara un parque industrial casi vacío y desvencijado. El sitio, inaugurado en 2009 sobre los restos de la ex Campomar, nunca prosperó como sus impulsores habían soñado originalmente, pero las autoridades apuestan a su papel de posible dinamizador del mercado laboral.

Para ello son necesarias dos reformas: por un lado, una material, que se acondicionen los galpones venidos a menos a los estándares internacionales; por otra parte, un cambio de la ley de parques industriales, un asunto que ingresará al Parlamento en los próximos días y que, entre otras novedades, permitirá alojar a empresas de software.

Esa es la industria a la que debe apostar la ciudad si quiere reconvertirse, opina Brugman. Para ello, el municipio lanzó el programa Juan Lacaze: ciudad del conocimiento, que apunta a formar a los jóvenes en áreas como informática y robótica. No obstante, la visión a futuro del alcalde choca de frente contra los reclamos más inmediatos de los vecinos. “Está todo bien con la ciudad del conocimiento, pero si vos hoy no tenés un plato para alimentar a los gurises es imposible que se preparen para estudiar”, señala Olaverry. “¡Abril de 2018 está ahí nomás y nadie sabe qué va a hacer!”.

Diario EL OBSERVADOR - Montevideo - URUGUAY - 01 julio 2017