Ikebana navioA no engañarnos: no hay tres, hay dos proyectos de país en disputa

Pienso y pienso y no hallo más explicación para lo que está pasando en la vida política de Uruguay que esta realidad que domina todo.

Por Alberto Grille
Es evidente que, para bien, regular o mal, hay dos y solo dos proyectos de país con posibilidades de enfrentarse en un balotaje para disputar la presidencia de la República en noviembre de 2019: el del Frente Amplio, cualquiera sea su candidato, y el del Partido Nacional, seguramente encabezado por Luis Alberto Lacalle Pou y apuntalado por Julio María Sanguinetti.

 

Lo de Ernesto Talvi, Edgardo Novick, Juan Sartori, Jorge Larrañaga, Tabaré Viera, José Amorín Batlle, Verónica Alonso, Enrique Antía, Pablo Mieres y no sé cuántos otros aspirantes a presidente es sólo rastrillo y hojarasca para apoyar el proyecto de la oligarquía.

En realidad, los blancos, y particularmente el muy conocido Pompita, van a ser en ese balotaje el mascarón de proa de una coalición de partidos (o de partes de partidos, como el Colorado, el Independiente, el de Novick y algún otro), que, unidos por el común pensamiento neoliberal, cumplirán la triste misión de ser los mandaderos de la red oligárquica que detenta el poder económico en Uruguay y está representada, superestructuralmente, en la llamada “supergremial”, la Confederación de Cámaras Empresariales (cuyos principales socios son la Asociación Rural, la Federación Rural, la Cámara de Industrias, la Cámara de Comercio y Servicios, Andebu, la Asociación de Promotores Privados de la Construcción del Uruguay, la Cámara de Armadores Pesqueros del Uruguay, la Cámara de la Construcción del Uruguay, la Cámara de la Industria Frigorífica, la Cámara Nacional de la Alimentación, la Cámara Uruguaya de Turismo y el Centro de Navegación, entre otras). No me olvido del movimiento Un Solo Uruguay, impulsado por los grandes rematadores e intermediarios y los grandes medios de comunicación, porque estos son sólo el brazo militante, los que van a la manifestación, pintan los carteles y salen de pegatina. Pero los que mandan son otros.

Debo repetir que las principales organizaciones mencionadas, sumadas a los tres canales privados de televisión y al centenario diario El País, apoyaron con todas sus fuerzas, con declaraciones y todo, la dictadura que se instaló el 27 de junio de 1973, encabezada por uno de sus socios, Juan María Bordaberry, que además de hundir económicamente al país, violó sistemáticamente los derechos humanos y políticos de toda la población, excepto los de este núcleo privilegiado de poderosos.

Tienen el mismo programa de siempre, aunque no lo digan, lo nieguen lo edulcoren o maquillen: privatizar las empresas, los bancos y la educación pública, eliminar los Consejos de Salarios y todas las formas de negociación de las retribuciones al trabajo, así como todos los avances sociales (Mides, Fonasa y programas sociales de todo tipo) que los gobiernos del FA han hecho a favor de los vulnerables de este país. Pienso que también se proponer avasallar al Poder Judicial, como lo han hecho en Brasil y Argentina, utilizándolo para perseguir a los opositores y eliminar instituciones impensables, como Jair Bolsonaro anunció que hará con el Ministerio de Trabajo y Macri hizo con los de Trabajo y Salud Pública.

Esas cámaras y esos intereses son los que va a representar en el balotaje de noviembre de 2019 la coalición de partidos o pedazos de los mismos que va a votar seguramente a Luis Pompita para la presidencia de la República, con el soporte ideológico principal de Ignacio de Posadas, que ya ha confesado su interés de realizar un ajuste fiscal en Uruguay, con el único objetivo de transferir más riqueza a los más ricos.

El FA llevará tres períodos de gobierno consecutivos en Uruguay, durante los cuales habrá habido (hecho único en nuestra historia) 15 años de crecimiento económico ininterrumpido a un promedio de 4,5% anual, acompañado de inclusión social y un conjunto de reformas y medidas que nos permiten ostentar hoy los mejores indicadores sociales del continente (en materia de empleo, pobreza, indigencia, salud y desigualdad), contando con elogios inéditos en los informes oficiales de organismos como Cepal, el Banco Interamericano de Desarrollo, la Corporación Andina de Fomento (Banco de Desarrollo de América Latina, que acaba de inaugurar en Montevideo su segunda sede), el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial.

Además, el FA revolucionó la llamada Agenda de Derechos a favor de minorías oprimidas y discriminadas desde siempre; combatió el alcoholismo y el tabaquismo y con ellos las principales causas de muerte en el país -las enfermedades oncológicas, cardiovasculares y cerebrovasculares-, universalizó el derecho a la salud, aumentó significativamente los salarios docentes y el presupuesto de la educación; impulsó la revolución educativa mediante el Plan Ceibal, cambió la matriz energética hacia el predominio de las energías limpias, incorporó la tecnología a la seguridad pública y reformó en profundidad la institución policial; desarrolló la fibra óptica y la llevó a casi todos los hogares del país; mejoró la calidad de los puestos de trabajo, disminuyó la desocupación, incrementó las remuneraciones, las jubilaciones y pensiones; logró cambios positivos de gran porte en la producción agropecuaria, en la industria del software y en el turismo (combinando el crecimiento del Uruguay agroindustrial con el Uruguay natural), generando un nuevo escenario económico en el país. El FA trajo las plantas de celulosa al país y actualmente está en marcha el proyecto de la segunda planta de celulosa de UPM, que será la mayor inversión de la historia de Uruguay (5.000 millones de dólares, 10% del Producto Interno Bruto).

Claro que ni la dirigencia ni la militancia frenteamplista están satisfechas: siempre habrá metas y errores a corregir buscando la mayor felicidad del pueblo uruguayo.

Por eso el FA sigue confiando en la unidad, en un programa único y consensuado y en candidatos como usted o como yo, sin estancias y sin casas de lujo en barrios privados, convencidos de que el futuro deseable se construye luchando por un mejor FA para un mejor Uruguay.

Las cámaras muestran los dientes
A fines de setiembre la Confederación de Cámaras Empresariales (más conocida como la “supergremial”) cambió por primera vez sus autoridades eligiendo al nuevo presidente, el ruralista Gerardo García Pintos.

El 14 de noviembre, la “supergremial” se reunió con el presidente Tabaré Vázquez.

Finalizada la reunión, García Pintos declaró a la prensa que hubo “coincidencias en que Uruguay debe adaptarse para ser más competitivo” y que estaban preparando un “estudio” sobre las empresas públicas y los principales problemas del país para presentar a todos los partidos políticos y precandidatos en ocasión de las elecciones de 2019.

No es muy creíble que sólo se reunieron para conocerse y decir que se procura ser competitivos y anunciar que están preparando un trabajo sobre las empresas públicas. Más bien creo que fueron a ver a Vázquez para criticar a las empresas públicas, no para mejorarlas.

Lo expresó clarito un artículo de Crónicas del 16 de noviembre, en el que la Confederación de Cámaras Empresariales asegura que existen ineficiencias que no permiten la competitividad.

Allí se cuenta que Tabaré Vázquez recibió “las principales preocupaciones de la Institución, relacionadas al peso del Estado, la carga tributaria y la dificultad de acceder a mercados”. “No está en discusión la propiedad de las empresas públicas, pero sí su gestión. Vemos que en muchos casos debe mejorar, consecuencia de algunas ineficiencias y de cargas tributarias que la población en conjunto y las empresas pagamos a través de tarifas públicas y combustible, que no nos hacen competitivos y que hacen que sea caro vivir y producir en Uruguay”.

¿Usted lo cree? Yo no lo creo, por el contrario, creo que sus propuestas tienden a debilitar las empresas del Estado, a volverlas menos competitivas, a obstaculizar sus inversiones y a perder su rol central y estratégico en cualquier proyecto de desarrollo sustentable para Uruguay.

Es más, tengo la certeza de que detrás de ese discurso está el huevo de la serpiente y que más pronto que tarde van a empezar a reclamar que las empresas del Estado coticen acciones, que se fragmenten y que enajenen aquellas áreas que sean más apetecibles para el capital privado y, sobre todo, para el capital financiero y las empresas multinacionales.

Ese fue el plan después del inmenso revolcón que el pueblo uruguayo le dio a Lacalle con su plebiscito de 1992, por 73% a 27%.

Pero hay otro proyecto para las empresas públicas que también debería ser resultado de un gran acuerdo nacional y que ha sido formulado con mucha pasión y mucha claridad por la ministra de Industria, Carolina Cosse, y que parece ser compartido por la inmensa mayoría del FA.

Es el proyecto que sostiene que las empresas públicas tienen asignado un papel central en el desarrollo de la economía, y el que llama la atención para que la transformación productiva no esquive la puerta de las empresas públicas. Habla de innovación, de investigación científica, de nuevos trabajos y de nuevos modelos de negocios para que las empresas públicas sean el motor que tienen que ser. Habla de inversión, del aporte de sus utilidades al conjunto de la economía y al bienestar de la sociedad toda y, sobre todo, de la innovación, la investigación científica y, en particular, en la relación de las empresas del estado con la Udelar y con las otras instituciones terciarias que hay en nuestro país.

CARAS Y CARETAS - Montevideo - URUGUAY - 06 diciembre 2018CARAS Y CARETAS - Montevideo - URUGUAY - 06 diciembre 2018